Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día     
 
Los adventistas del séptimo día aceptamos la Biblia como nuestro único credo y sostenemos una serie de creencias fundamentales basadas en las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Estas creencias, tal como se presentan aquí, constituyen la forma como la iglesia comprende y expresa las enseñanzas de la Escritura. Se pueden revisar estas declaraciones en un congreso de la Asociación General, si el Espíritu Santo lleva a la iglesia a una comprensión más plena de la verdad bíblica o encuentra un lenguaje mejor para expresar las enseñanzas de la Santa Palabra de Dios.

Las creencias fundamentales son:

Las Sagradas Escrituras
La Trinidad
El Padre
El Hijo
El Espíritu Santo
La Creación
La Naturaleza del Hombre
El Gran Conflico
La Vida, Muerte y Resurrección de Cristo
La Experiencia de la Salvación
La Iglesia
El Remanente y su Misión
La Unidad en el Cuerpo de Cristo
El Bautismo
La Cena del Señor
Los Dones y Ministerios Espirituales
El Don de Profecía
La Ley de Dios
El Sábado
La Mayordomía
La Conducta Cristiana
El Matrimonio y la Familia
El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial
La Segunda Venida de Cristo
La Muerte y la Resurrección
El Milenio y el Fin del Pecado
La Tierra Nueva

 

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  DESCRIPCION DE LAS CREENCIAS FUNDAMENTALES DE LA IGLESIA ADVENTISTA DEL SEPTIMO DIA
 
01 Las Sagradas Escrituras 
Las Sagradas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, dada por inspiración divina por intermedio de santos hombres de Dios que hablaron y escribieron al ser movidos por el Espíritu Santo. 
› Razones biblicas: II Pedro 1:20 y 21; II Tim. 3:16 y 17; Sal. 119:105; Prov. 30:5 y 6; Isa. 8:20; Juan 10:35; 17:17; I Tes. 2:13; Heb. 4:12. 

02 | La Trinidad 
Hay un sólo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternas. Dios es inmortal, omnipotente, omnisciente, encima de todo, y siempre presente. 
› Razones biblicas: Deut. 6:4; 29:29; Mat. 28:19; II Cor. 13:13; Efes. 4:4-6; I Pedro 1:2; I Tim. 1:17; Apoc. 14:6 y 7. 

03 | Dios Padre 
Dios, el Eterno Padre, es el Creador, el Originador, el Mantenedor y el Soberano de toda la creación. Él es justo y santo, compasivo y clemente, tardo en airarse, y grande en constante amor y fidelidad. 
› Razones biblicas: Gén. 1:1; Apoc. 4:11; I Cor. 15:28; Juan 3:16; I Juan 4:8; I Tim. 1:17: Éxo. 34:6 y 7; Juan 14:9. 

04 | Dios Hijo 
Dios, el Hijo Eterno, se encarnó en Jesucristo. Por medio de Él se crearon todas las cosas, se reveló el carácter de Dios, se efectuó la salvación de la humanidad y se juzga el mundo. Jesús sufrió y murió en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar, fue resucitado entre los muertos y ascendió para administrar en el santuario celestial a nuestro favor. Vendrá otra vez para la liberación final de Su pueblo y la restauración de todas las cosas. 
› Razones biblicas: Juan 1:1-3 y14; 5:22; Col. 1:15-19; Juan 10:30; 14:9; Rom. 5:18; 6:23; II Cor. 5:17-21; Lucas 1:35; Filip. 2:5-11; I Cor. 15:3 y 4; Heb. 2:9-18; 4:15; 7:25; 8:1 y 2; 9:28; Juan 14:1-3; I Ped. 2:21; Apoc. 22:20. 

05 | Dios Espíritu Santo 
Dios, el Espíritu Santo, desempeñó una parte activa con el Padre y el Hijo en la Creación, Encarnación y Redención. Inspiró a los escritores de las Escrituras. Llenó de poder la vida de Cristo. Atrae y convence a los seres humanos; y los que se muestran sensibles, son renovados y transformados por Él, a imagen de Dios. Concede dones espirituales a la Iglesia. 
› Razones biblicas: Gén. 1:1 y 2; Lucas 1:35; II Pedro 1:21; Lucas 4:18; Hechos 10:38; II Cor. 3:18; Efes. 4:11 y 12; Atos 1:8; Juan 14:16-18 y 26; 15:26 y 27; 16:7-13; Rom. 1:1-4. 

06 | Dios es el Creador 
Dios es el Creador de todas las cosas y reveló en las Escrituras el relato auténtico de Su actividad creadora. En seis días hizo el Señor los Cielos y la Tierra y todo lo que tiene vida sobre la Tierra, y descansó el séptimo día de esa primera semana. 
› Razones biblicas: Gén. 1;2; Éxo. 20:8-11; Sal. 19:1-6; 33:6 y 9; 104; Heb. 11:3; Juan 1:1-3; Col. 1:16 y 17. 

07 | La Naturaleza del Hombre 
El hombre y la mujer fueron formados a imagen de Dios con individualidad y con el poder y la libertad de pensar y actuar. Como han sido creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y alma, y dependiente de Dios en cuanto a la vida, respiración y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de Él y cayeron de sua elevada posición abajo de Dios. La imagen de Dios en ellos, fue desfigurada, se volvieron mortales. Sus descendientes comparten esa naturaleza caída y de sus consecuencias. 
› Razones biblicas: Gén. 1:26-28; 2:7; Sal. 8:4-8; Hechos 17:24-28; Gén. 3; Sal. 51:5; Rom. 5:12-17; II Cor. 5:19 y 20. 

08 | El Gran Conflicto 

Toda la humanidad está involucrada en un gran conflicto entre Cristo y Satanás, en cuanto al carácter de Dios, Su Ley y Su soberanía sobre el Universo. Ese conflicto se originó en el Cielo, cuando un ser creado, dotado de libertad de elección, por exaltación propia, se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, y condujo la rebelión de una parte de los ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo. Observado por toda la Creación, este mundo se convirtió en el palco del conflicto universal, dentro del cual será finalmente reivindicado el Dios de amor. 
› Razones biblicas: Apoc. 12:4-9; Isa. 14:12-14; Ezeq. 28:12-18; Gén. 3; Gén. 6-8; II Pedro 3:6; Rom. 1:19-32; 5:19-21; 8:19-22; Heb. 1:4-14; I Cor. 4:9. 

09 | Vida, Muerte y Ressurrección de Cristo 
En la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, y en Su sufrimiento, muerte y resurrección, Dios proveyó el único medio de expiación del pecado humano, de modo que los que aceptan esa expiación por fe, puedan tener vida eterna, y toda la Creación comprenda mejor el infinito y santo amor del Creador. 
› Razones biblicas: Juan 3:16; Isa. 53; II Cor. 5:14, 15 y 19-21; Rom. 1:4; 3:25; 4:25; 8:3 y 4; Filip. 2:6-11; I Juan 2:2; 4:10; Col. 2:15. 

10 | La Experiencia de la Salvación 
En infinito amor y misericordia, Dios permitió que Cristo se convirtiese en pecado por nosotros, para que en Él fuésemos hechos justicia de Dios. Guiados por el Espíritu Santo reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones y tenemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo. Esta fe que acepta la salvación, viene del poder de la Palabra y es el don de la gracia de Dios. Por medio de Cristo somos justificados y libertados del dominio del pecado. Por medio del Espíritu, nacemos de nuevo y somos justificados. Permaneciendo en Él, participamos de la naturaleza divina y tenemos la seguridad de la salvación, ahora y en el Juizo.
› Razones biblicas: Sal. 27:1; Isa. 12:2; Jonas 2:9; Juan 3:16; II Cor. 5:17-21; Gál. 1:4; 2:19 y 20; 3:13; 4:4-7; Rom. 3:24-26; 4:25; 5:6-10; 8:1-4, 14, 15, 26 y 27; 10:7; I Cor. 2:5; 15:3 y 4; I Juan 1:9; 2:1 y 2; Efes. 2:5-10; 3:16-19; Gál. 3:26; Juan 3:3-8; Mat. 18:3; I Pedro 1:23; 2:21; Heb. 8:7-12. 

11 | Crecimiento en Cristo | nueva creencia fundamental aprobada en 04 de julio de 2005, en la 58ª Asamblea de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día

Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. El subyugó los espíritus de demonios durante Su ministerio terrestre y quebró su poder y tornó cierto su destino final. La victoria de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que continúan procurando controlarnos, mientras caminamos con El en paz, alegría, y con la certeza de Su amor. Ahora el Espíritu Santo vive con nosotros y nos da poder. Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres del fardo de nuestros hechos pasados. No más viviremos en la oscuridad, con miedo de los poderes del mal, ignorancia, y la falta de sentido de nuestro antiguo modo de vida. En esa nueva libertad en Jesús, somos llamados a creces en semejanza a Su carácter, comulgando con El diariamente en oración, alimentándonos de Su Palabra, meditando en eso y en Su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos en adoración, y participando en la misión de la Iglesia. A medida que nos entreguemos al servicio de amor a aquellos a nuestro alrededor y al testimonio de Su salvación, Su constante presencia con nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y toda tarea en una experiencia espiritual.
› Razones biblicas: Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11, 12; Colosenses 1:13, 14; 2:6, 14, 15; San Lucas 10:17-20; Efesios 5:19, 20; 6:12-18; I Tesalonicenses 5:23; II San Pedro 2:9; 3:18; II Corintios 3:17, 18; Filipenses. 3:7-14; I Tesalonicenses 5:16-18; San Mateo 20:25-28; San Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38, 39; I San Juan 4:4; Hebreos 10:25. 

12 | La Iglesia 
La Iglesia es la comunidad de creyentes que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. Nos unimos para adorar, para comunión, para instrucción en la Palabra, para celebrar la Cena del Señor, para el servicio a toda la humanidad y para la proclamación mundial del Evangelio. La Iglesia es la Familia de Dios. La Iglesia es el cuerpo de Cristo. 
› Razones biblicas: Gén. 12:3; Hechos 7:38; Mat. 21:43; 16:13-20; Juan 20:21 y 22; Hechos 1:8; Rom. 8:15-17; I Cor. 12:13-27; Efes. 1:15 y 23; 2:12; 3:8-11 y 15; 4:11-15. 

13 | El Remaneciente y su Misión 
La Iglesia universal se compone de todos los que verdaderamente creen en Cristo; pero, en los últimos días, un remaneciente ha sido llamado, a fin de guardar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remaneciente anuncia la llegada de la hora del Juicio, proclama la salvación por medio de Cristo y predice la aproximación de Su segundo advenimiento. 
› Razones biblicas: Mar. 16:15; Mat. 28:18-20; 24:14; II Cor. 5:10; Apoc. 12:17; 14:6-12; 18:1-4; Efes. 5:22-27; Apoc. 21:1-14. 

14 | Unidad en el Cuerpo de Cristo 

La Iglesia es un cuerpo con muchos miembros, llamados
de toda nación, tribu, lengua y pueblo. Todos somos iguales en Cristo. Mediante la revelación de Jesucristo en las Escrituras, compartimos la misma fe y esperanza y extendemos un solo testimonio para todos. Esta unidad encuentra su fuente en la unidad del Dios triuno, que nos adoptó como Sus hijos. 
› Razones biblicas: Sal. 133:1; I Cor. 12:12-14; Hechos 17:26 y 27; II Cor. 5:16 y 17; Gál. 3:27-29; Col. 3:10-15; Efes. 4:1-6; Juan 17:20-23; Santiago 2:2-9; I Juan 5:1. 

15 | El Bautismo 
Por el bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y en la resurrección de Jesucristo y testimoniamos nuestra muerte al pecado y nuestro propósito de andar en novedad de vida, siendo aceptados como miembros por Su Iglesia. Y por inmersión en el agua se sigue la instrucción en las Escrituras Sagradas y la aceptación de sus enseñanzas. 
› Razones biblicas: Mat. 3:13-16; 28:19 y 20; Hechos 2:38; 16:30-33; 22:16; Rom. 6:1-6; Gál. 3:27; I Cor. 12:13; Col. 2:12 y 13; I Pedro 3:21. 

16 | La Cena del Señor 
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y de la sangre de Jesús, como expresión de fe en Él, nuestro Señor y Salvador. La preparación incluye el examen de conciencia, el arrepentimiento y la confesión. El Maestro instituyó la Ceremonia del lavamiento de pies para representar renovada purificación, para expresar la disposición de servir uno al otro en humildad semejante a la de Cristo, y para unir nuestros corazones en amor. 
› Razones biblicas: Mat. 26:17-30; I Cor. 11:23-30; 10:16 y 17; Juan 6:48-63; Apoc. 3:20; Juan 13:1-17. 

17 | Dones y Ministerios Espirituales 

Dios concede a todos los miembros de Su Iglesia, en todas las épocas, dones espirituales. Siendo otorgados por la actuación del Espíritu Santo, el cual distribuye a cada miembro como le place, los dones proveen todas las aptitudes y ministerios que la Iglesia necesita para cumplir sus funciones divinamente ordenadas. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para funciones reconocidas por la Iglesia en ministerios pastorales, evangélicos, apostólicos y de enseñanza. 
› Razones biblicas: Rom. 12:4-8; I Cor. 12:9-11, 27 y 28; Efes. 4:8 y 11-16; II Cor. 5:14-21; Hechos 6:1-7; I Tim. 2:1-3; I Pedro 4:10 y 11; Col. 2:19; Mat. 25:31-36. 

18 | El Don de Profecía 
Uno de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don es una característica de la Iglesia remaneciente y fue manifestado en el ministerio de Ellen G. White. Como la mensajera del Señor, sus escritos son una continua y autorizada fuente de verdad y proporcionan consuelo, orientación, instrucción y corrección a la Iglesia. 
› Razones biblicas: Joel 2:28 y 29; Hechos 2:14-21; Heb. 1:1-3; Apoc. 12-17; 19:10. 

19 | La Ley de Dios 

Los grandes principios de la Ley de Dios son incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y los propósitos de Dios acerca de la conducta y de las relaciones humanas, y son obligatorios a todas las personas, en todas las épocas. Esos preceptos constituyen la base del concierto de Dios con Su pueblo y la norma del juicio de Dios. 
› Razones biblicas: Éxo. 20:1-17; Mat. 5:17; Deut. 28:1-14; Sal. 19:7-13; Juan 14:15; Rom. 8:1-4; I Juan 5:3; Mat. 22:36-40; Efes. 2:8. 

20 | El Sábado 
El bondadoso Creador, después de los seis dias de la Creación, descansó el séptimo día e instituyó el Sábado para todas las personas, como recordativo de la Creación. El cuarto mandamiento de la inmutable Ley de Dios requiere la observancia de este sábado del séptimo día como día de descanso, adoración y ministerio, en armonía con la enseñanza y práctica de Jesús, el Señor del Sábado. 
› Razones biblicas: Gén. 2:1-3; Éxo. 20:8-11; 31:12-17; Lucas 4:16; Heb. 4:1-11; Deut. 5:12-15; Isa. 56:5 y 6; 58:13 y 14; Lev. 23:32; Mar. 2:27 y 28. 

21 | Mayordomía 
Somos mayordomos de Dios, responsables por el uso apropiado del tiempo y de las oportunidades, capacidades y posesiones, y de las bendiciones de la Tierra y sus recursos que Él colocó bajo nuestro cuidado. Reconocemos el derecho de propiedad de parte de Dios, por medio del fiel servicio a Él y a nuestros semejantes, y devolviendo los diezmos y dando ofrendas para la proclamación de Su Evangelio y para la manutención y el crecimiento de Su iglesia. › Razones biblicas: Gén. 1:26-28; 2:15; Hageo 1:3-11; Mal. 3:8-12; Mat. 23:23; I Cor. 9:9-14. 

22 | Conducta Cristiana 

Somos llamados para ser un pueblo piadoso, que piensa, siente y actúa de acuerdo con los principios del Cielo. Para que el Espíritu recree en nosotros el carácter de nuestro Señor, solo nos involucramos con aquellas cosas que producirán en nuestra vida, pureza, salud y alegría semejantes a las de Cristo. 
› Razones biblicas: I Juan 2:6; Efes. 5:1-13; Rom. 12:1 y 2; I Cor. 6:19 y 20; 10:31; I Tim. 2:9 y 10; Lev. 11:1-47; II Cor. 7:1; I Pedro 3:1-4; II Cor. 10:5; Filip. 4:8. 

23 | Matrimonio y Familia 

El casamiento fue divinamente establecido en el Edén y confirmado por Jesús como unión vitalicia entre un hombre y una mujer, en amoroso compañerismo. Para el cristiano, el compromiso matrimonial es con Dios, y con el cónyuge, y solamente debe ser asumido entre parejas que comparten la misma fe. Referente al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia del cónyuge, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otro, comete adulterio. Dios bendice a la familia y quiere que sus miembros se ayuden uno al otro a alcanzar completa madurez. Los padres deben educar sus hijos a amar al Señor y a obedecerle. 
› Razones biblicas: Gén. 2:18-25; Deut. 6:5-9; Juan 2:1-11; Efes. 5:21-33; Mat. 5:31 y 32; 19:3-9; Prov. 22:6; Efes. 6:1-4; Mal. 4:5 y 6; Mar. 10:11 y 12; Lucas 16:18; I Cor. 7:10 y 11. 

24 | El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial 
Hay un santuario en el Cielo. En él, Cristo intercede en nuestro favor, haciendo accesibles a los creyentes los beneficios de Su sacrifício expiatorio ofrecido una vez por todas, en la cruz. Él es nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó Su ministerio intercesor en ocasión de Su ascensión. En 1844, a final del período profético de los 2.300 días, inició la segunda y última etapa de Su ministerio expiatorio. El jucio investigador revela a los seres celestiales quien entre los muertos será digno de formar parte en la primera resurrección. También se hace manifesto quien, entre los vivos, está preparado para la traslación a Su reino eterno. La terminación del ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de gracia para los seres humanos, antes del Segundo advenimiento. 
› Razones biblicas: Heb. 1:3; 8:1-5; 9:11-28; Dan. 7:9-27; 8:13 y 14; 9:24-27; Núm. 14:34; Ezeq. 4:6; Mal. 3:1; Lev. 16; Apoc. 14:12; 20:12; 22:12. 

25 | La Segunda Venida de Cristo 
La segunda venida de Cristo es la bendita esperanza de la Iglesia. La venida del Salvador será literal, personal, visible y universal. 
› Razones biblicas: Tito 2:13; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; I Tes. 4:16 y 17; I Cor. 15:51-54; II Tes. 2:8; Mat. 24; Mar. 13; Lucas 21; II Tim. 3:1-5; Joel 3:9-16; Heb. 9:28. 

26 | Muerte y Resurrección 
El salario del pecado es la muerte. Pero Dios, el único que es imortal, concederá vida eterna a Sus redimidos. Hasta aquel día, la muerte es un estado inconsciente para todas las personas. 
› Razones biblicas: I Tim. 6:15 y 16; Rom. 6:23; I Cor. 15:51-54; Ecles. 9:5 y 6; Sal. 146:4; I Tes. 4:13-17; Rom. 8:35-39; Juan 5:28 y 29; Apoc. 20:1-10; Juan 5:24. 

27 | El Milenio y el Fin del Pecado 
El milenio es el reinado de mil años de Cristo con Sus santos, en el Cielo, entre la primera y la segunda resurrección. Durante este tiempo serán juzgados los impíos muertos. Al fin de ese período, Cristo con Sus Santos y la Ciudad Santa descenderán del Cielo a la Tierra. Los impíos muertos serán entonces resucitados y, con Satanás y sus ángeles, cercarán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la Tierra. El Universo quedará eternamente libre del pecado y de los pecadores. 
› Razones biblicas: Apoc. 20; Zac. 14:1-4; Mal. 4:1; Jer. 4:23-26; I Cor. 6; II Pedro 2:4; Ezeq. 28:18; II Tes. 1:7-9; Apoc. 19:17, 18 y 21. 

28 | La Nueva Tierra 

En la Nueva Tierra, en que habita la justicia, Dios proveerá un hogar eterno para los remidos y un ambiente perfecto para vida, amor, alegría y aprendizaje eternos, en Su presencia. 
› Razones biblicas: II Pedro 3:13; Gén. 17:1-8; Isa. 35; 65:17-25; Mat. 5:5; Apoc. 21:1-7; 22:1-5; 11:15

 

 


Crenças da Igreja Adventista do Sétimo Dia

Os Adventistas do Sétimo Dia aceitam a Bíblia como seu único credo e mantêm certas crenças fundamentais como sendo o ensino das Escrituras Sagradas. Estas crenças, da maneira como são apresentadas aqui, constituem a compreensão e a expressão do ensino das Escrituras por parte da Igreja. Pode haver revisões destas declarações numa assembléia da Associação Geral, quando a Igreja é levada pelo Espírito Santo a uma compreensão mais completa da verdade bíblica ou encontra melhor linguagem para expressar os ensinos da Santa Palavra de Deus. 

 

 01 | As Escrituras Sagradas
As Escrituras Sagradas, o Antigo e Novo Testamento, são a Palavra de Deus escrita por inspiração divina por intermédio de santos homens de Deus que falaram e escreveram ao serem movidos pelo Espírito Santo. Nesta Palavra, Deus transmitiu ao homem o conhecimento necessário para salvação. As Escrituras são a infalível revelação de Sua vontade. Constituem o padrão de caráter, a prova de experiência, o autorizado revelador de doutrinas e o registro fidedigno dos atos de Deus em História. 
› Razões bíblicas: 2 Pedro 1:20, 21; 2 Timóteo 3:16, 17; Salmos 119:105; Provérbios 30:5, 6; Isaias 8:20; João 17:17; 1 Tessalonicenses 2:13; Hebreus 4:12 |


02 | A Trindade

Há um só Deus: Pai, Filho, e Espírito Santo, Uma unidade de três Pessoas coeternas. Deus é imortal, onipotente, onisciente e onipresente. Ele é infinito. Algo que vai além da compreensão humana. Mas é conhecido por meio de Sua auto-revelação. Para sempre é digno de culto, adoração, e serviço por parte de toda criação.
› Razões bíblicas: Deuteronômio 6:4; Mateus 28:19; 2 Coríntios 13:14; Efésios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timóteo 1:17; Apocalipse 14:7 |


03 | Deus Pai  
Deus, o Eterno Pai, é o Criador, o Originador, o Mantenedor e o Soberano de toda a criação. Ele é justo e santo, compassivo e clemente, tardio em irar-se e grande em constante amor e fidelidade. As qualidades e poderes manifestos no Filho e o Espírito Santo também constituem revelações do Pai.
› Razões bíblicas: Gênesis 1:1; Apocalipse 4:11; 1 Coríntios 15:28; João 3:16; 1 João 4:8; 1 Timóteo 1:17; Êxodo 34:6, 7; João 14:9 |


04 | Deus Filho
Deus, o Filho Eterno, encarnou-Se em Jesus Cristo. Por meio dEle foram criadas todas as coisas, é revelado o caráter de Deus, efetuada a salvação da humanidade e julgado o mundo. Sendo para sempre verdadeiramente Deus, Ele se tornou também verdadeiramente homem, Jesus, o Cristo. Ele foi concebido do Espírito Santo e nasceu de uma virgem, Maria. Viveu e experimentou a tentação como um ser humano, mas exemplificou perfeitamente a justiça e o amor de Deus. Por Seus milagres manifestou o poder Divino e atestou que era o Messias prometido por Deus. Sofreu e morreu voluntariamente na cruz por nossos pecados e em nosso lugar. Foi ressuscitado dentre os mortos e ascendeu para ministrar no santuário celestial em nosso favor. Virá outra vez, em glória, para o livramento final de Seu povo e a restauração de todas as coisas. 
Razões bíblicas: João 1:1-3, 14; Colossenses 1:15-19; João 10:30; 14:9; Romanos 6:23; 2 Coríntios 5:17-19; João 5:22; Lucas 1:35; Filipenses 2:5-11; Hebreus 2:9-18; 1 Coríntios 15:3, 4; Hebreus 8:1, 2; João 14:1-3 |


05 | Deus Espírito Santo

Deus, o Espírito Santo, desempenhou uma parte ativa com o Pai e o Filho na Criação, Encarnação e Redenção. Inspirou os escritores das Escrituras. Encheu de poder a vida de Cristo. Atrai e convence os seres humanos. Os que se mostram sensíveis são renovados e transformados por Ele, à imagem de Deus. Enviado pelo Pai e pelo Filho para estar sempre com Seus filhos. Ele concede dons espirituais à igreja, habilita a dar testemunho de Cristo e, em harmonia com as Escrituras, guia-a em toda a verdade. 
› Razões bíblicas: Gênesis 1:1, 2; Lucas 1:35; 4:18; Atos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Coríntios 3:18; Efésios 4:11, 12; Atos 1:8; João 14:16-18, 26; 15:26, 27; 16:7-13 |


06 | A Criação
Deus é o Criador de todas as coisas. Revelou nas Escrituras o relato autêntico da Sua atividade criadora."Em seis dias fez o Senhor os Céus e a Terra" e tudo que tem vida sobre a Terra, e descansou no sétimo dia dessa primeira semana. Assim Ele estabeleceu o sábado como perpétuo monumento comemorativo de Sua esmerada obra criadora. O primeiro homem e mulher foram formados à imagem de Deus como obra-prima da Criação. Foi-lhes dado domínio sobre o mundo e atribuiu-lhes a responsabilidade de cuidar dele. Quando o mundo foi concluído, ele era "muito bom", proclamando a glória de Deus. 
Razões bíblicas: Gênesis 1; 2; Êxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreus 11:3 |


07 | A Natureza do Homem
O homem e a mulher foram formados à imagem de Deus com individualidade, poder e liberdade de pensar e agir. Conquanto tenham sido criados como seres livres, cada um é uma unidade indivisível de corpo, mente e alma; Dependente de Deus quanto à vida, respiração e tudo o mais. Quando os nossos primeiros pais desobedeceram a Deus, eles negaram sua dependência dEle e caíram de sua elevada posição abaixo de Deus. A imagem de Deus neles, foi desfigurada, e tornaram-se sujeitos à morte. Seus descendentes partilharam dessa natureza caída e de suas conseqüências. Eles nascem com fraquezas e tendências para o mal. Mas Deus, em Cristo, reconciliou consigo o mundo e por meio de Seu Espírito restaura nos mortais penitentes a imagem de seu Criador. Criados para a glória de Deus, eles são chamados para amá-Lo e uns aos outros, e para cuidar de seu ambiente. 
› Razões bíblicas: Gênesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8: Atos 17:24-28; Gênesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; II Coríntios 5:19 e 20 |

08 | O Grande Conflito
Toda a humanidade está agora envolvida num grande conflito entre Cristo e Satanás, quanto ao caráter de Deus, Sua lei e Sua soberania sobre o Universo. Este conflito originou-se no Céu quando um ser criado, dotado de liberdade de escolha, por exaltação própria tornou-se Satanás, o adversário de Deus, e conduziu à rebelião uma parte dos anjos. Ele introduziu o espírito de rebelião neste mundo, ao induzir Adão e Eva em pecado. Este pecado humano resultou na deformação da imagem de Deus na humanidade, no transtorno do mundo criado e em sua conseqüente devastação por ocasião do dilúvio mundial. Observado por toda a criação, este mundo tornou-se palco do conflito universal, dentro do qual será finalmente vindicado o Deus de amor. Para ajudar Seu povo nesse conflito, Cristo envia o Espírito Santo e os anjos leais, para os guiar, proteger e amparar no caminho da salvação.
› Razões bíblicas: Apocalipse 12:4-9; Isa. 14:12- 14; Ezequiel 28:12-18; Gênesis 6-8; II Ped. 3:6; Romanos 1:19-32; 5:19-21; 8:19-22; Hebreus 1:4-14; I Coríntios 4:9 |


09 | Vida, Morte e Ressurreição de Cristo
Na vida de Cristo, de perfeita obediência à vontade de Deus, e em Seu sofrimento, morte e ressurreição, Deus proveu o único meio de expiação do pecado humano, de modo que os que aceitam esta expiação pela fé possam ter vida eterna, e toda a criação compreenda melhor o infinito e santo amor do Criador. Esta expiação perfeita vindica a justiça da lei de Deus e a benignidade de Seu caráter, pois ela não somente condena o nosso pecado, mas também garante o nosso perdão. A morte de Cristo é substituinte e expiatória, reconciliadora e transformadora. A ressurreição de Cristo proclama a vitória de Deus sobre as forças do mal, e assegura a vitória final sobre o pecado e a morte para os que aceitam a expiação. Ela proclama a soberania de Jesus Cristo, diante do qual se dobrará todo joelho, no Céu e na Terra.
› Razões bíblicas: João 3:16; Isaías 53; II Coríntios 5:14, 15 e 19-21; Romanos 1:4; 3:25; 4:25; 8:3 e 4; Filipenses 2:6-11; I João 2:2; 4:10; Colossenses 2:15 |

10 | A Experiência da Salvação
Em infinito amor e misericórdia, Deus fez com que Cristo, que não conheceu pecado, Se tornasse pecado por nós, para que nEle fôssemos feitos justiça de Deus. Guiados pelo Espírito Santo, sentimos necessidade dereconheçer nossa pecaminosidade, fazendo com que nos arrependamos das nossas transgressões cometidas tendo fé em Jesus como Senhor e Cristo, como Substituto e Exemplo. Esta fé que aceita a salvação advém do divino poder da Palavra e é o dom da graça de Deus. Por meio de Cristo somos justificados, adotados como filhos e filhas de Deus e libertados do domínio do pecado. Por meio do Espírito, nascemos de novo e somos santificados. O Espírito renova nossa mente, escreve a lei de Deus em nosso coração, e recebemos o poder para levar uma vida santa. Permanecendo nEle, tornamo-nos participantes da natureza divina e temos a certeza de salvação agora e no Juízo.
› Razões bíblicas: Salmos 27:1; Isaías 12:2; Jonas 2:9; S. João 3:16; II Coríntios 5:17-21: Gálatas 1:4; 2:19 e 20; 3:13; 4:4-7; Romanos 3:24-26; 4:25; 5:6-10; 8:1-4, 14, 15, 26 e 27; 10:7; I Coríntios 2:5; 15:3 e 4; I João 1:9; 2:1 e 2; Efésios 2:5-10; 3:16-19; Gálatas 3:26; João 3:3-8; Mateus 18:3; I Pedro 1:23, 2:21; Hebreus. 8:7-12 | 


11 | Crescimento em Cristo | nova crença fundamental aprovada em 04 de julho de 2005, na 58ª Assembléia da Associação Geral dos Adventistas do Sétimo Dia
Pela sua morte na cruz, Jesus triunfou sobre as forças do mal. Ele subjugou os espíritos de demônios durante o Seu ministério terrestre, quebrando o seu poder, tornando certo o seu destino final. A vitória de Jesus dá-nos triunfo sobre as forças do mal que continuam procurando controlar-nos, enquanto nós caminhamos com Ele em paz, alegria, e a garantia do Seu amor. 
Agora o Espírito Santo mora conosco e nos dá poder. Continuamente comprometidos com Jesus como nosso Salvador e Senhor, somos livres do fardo dos nossos feitos passados. Não mais vivemos na escuridão, com medo dos poderes do mal, ignorância, e a falta de sentido de nosso antigo estilo de vida. Nessa nova liberdade em Jesus, somos chamados a crescer na semelhança de Seu caráter, comungando com Ele diariamente em oração, alimentando-nos de Sua Palavra, meditando nisso e em Sua providência, cantando Seus louvores, reunindo-nos juntos em adoração, e participando na missão da Igreja. Na medida em que nos entregamos ao serviço de amor àqueles ao nosso redor e ao testemunho da Sua salvação, Sua constante presença conosco através do Espírito transforma cada momento e toda tarefa, numa experiência espiritual.
Razões bíblicas: Salmos 1:1, 2; 23:4; 77:11, 12; Colossenses 1:13, 14; 2:6, 14, 15; Lucas 10:17-20; Efésios 5:19, 20; 6:12-18; I Tessalonicenses 5:23; II Pedro 2:9; 3:18; II Corintios 3:17, 18; Filipenses. 3:7-14; I Tessalonicenses 5:16-18; Mateus 20:25-28; João 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38, 39; I João 4:4; Hebreus 10:25. | 

12 | A Igreja
A Igreja é a comunidade de crentes que confessam a Jesus Cristo com Senhor e Salvador. Em continuidade do povo de Deus nos tempos do Velho Testamento, somos chamados para fora deste mundo; e nos unimos em prestar culto para comunhão, para instrução na Palavra, para a celebração da Ceia do Senhor, para serviço a toda humanidade e para a proclamação mundial do evangelho. A igreja recebe sua autoridade de Cristo, o qual é a Palavra encarnada, e das Escrituras, que são a Palavras escrita. A Igreja é a família de Deus; adotados por Ele como filhos, seus membros vivem com base no novo concerto. A Igreja é o corpo de Cristo, uma comunidade de fé, da qual o próprio Cristo é a Cabeça. A Igreja é a Noiva pela qual Cristo morreu para que pudesse santificá-la e purificá-la. Em Sua volta triunfal, Ele a apresentará a Si mesmo Igreja gloriosa, os fiéis de todos os séculos, a aquisição de Seu sangue, sem mácula, nem ruga, porém santa, sem defeito. 
› Razões bíblicas: Gênesis 12:3; Atos 7:38; Mateus 21:43; 16:13-20; João 20:21 e 22; Atos 1:8; Romanos 8:15-17; I Coríntios 12:13-27; Efésios 1:15 e 23; 2:12; 3:8-11 e 15; 4:11-15 |


13 | O Remanescente e Sua Missão

A Igreja universal se compõe de todos os que verdadeiramente crêem em Cristo. Mas nos últimos dias, um tempo de ampla apostasia, um remanescente tem sido chamado para fora a fim de guardar os mandamentos de Deus e a fé em Jesus. Este remanescente anuncia a chegada da hora do Juízo, proclama a salvação por meio de Cristo e prediz a aproximação de Seu segundo advento. Esta proclamação é simbolizada pelos três anjos do Apocalipse 14; coincide com a obra do julgamento no Céu e resulta numa obra de arrependimento e reforma na Terra. Todo crente é convidado a ter uma parte pessoal neste testemunho mundial.
Razões bíblicas: Marcos 16:15; Mateus 28:18-20; 24:14; II Coríntios 5:10; Apocalipse 12:17; 14:6-12; 18:1-4; Efésios 5:22-27; Apocalipse 21:1-14 |


14 | Unidade no Corpo de Cristo
A Igreja é um corpo com muitos membros, chamados de nação, tribo, língua e povo. Em Cristo somos uma nova criação; distinções de raça, cultura e nacionalidade, e diferenças entre altos e baixos, ricos e pobres, homens e mulheres, não devem ser motivo de dissensões entre nós. Todos somos iguais em Cristo, o qual por um só Espírito nos uniu numa comunhão com Ele e uns com os outros. Devemos servir e ser servidos sem parcialidade ou restrição. Mediante a revelação de Jesus Cristo nas Escrituras partilhamos a mesma fé e esperança e estendemos um só testemunho para todos. Esta unidade encontra sua fonte na unidade do Deus triúno, que nos adotou como Seus filhos.
Razões bíblicas: Salmos 133:1; I Coríntios 12:12-14; Atos 17:26 e 27; II Coríntios 5:16 e 17; Gálatas 3:27-29; Colossenses 3:10-15; Efésios 4:1-6; João 17:20-23; Tiago 2:2-9; I João 5:1 |


15 | O Batismo
Pelo batismo confessamos nossa fé na morte e ressurreição de Jesus Cristo, e atestamos nossa morte para o pecado e nosso propósito de andar em novidade de vida. Assim reconhecemos a Cristo como Senhor e Salvador, tornamo-nos Seu povo e somos aceitos como membros por Sua Igreja. O batismo é um símbolo de nossa união com Cristo, do perdão de nossos pecados e de nosso recebimento do Espírito Santo. É por imersão na água e depende de uma afirmação da fé em Jesus e da evidência de arrependimento do pecado. Segue-se à instrução na Escrituras Sagradas e à aceitação de seus ensinos. 
Razões bíblicas: Mateus 3:13-16; 28:19 e 20; Atos 2:38; 16:30-33; 22:16; Romanos 6:1-6: Gálatas 3:27; I Coríntios 12:13; Colossenses 2:21 e 13; I Pedro 3:21 |

16 | A Ceia do Senhor
A Ceia do Senhor é uma participação nos emblemas do corpo e do sangue de Jesus, como expressão de fé nEle, nosso Salvador e Senhor. Nessa experiência de comunhão, Cristo está presente para encontrar-Se com Seu povo e fortalecê-lo. Participando da Ceia, proclamamos alegremente a morte do nosso Senhor até que Ele volte. A preparação envolve o exame de consciência, o arrependimento e a confissão. O Mestre instituiu a cerimônia do lava-pés para representar renovada purificação, para expressar a disposição de servir um ao outro em humildade semelhante à de Cristo e para unir nossos corações em amor. O Serviço da Comunhão é franqueado a todos os crentes cristãos.
Razões bíblicas: Mateus 26:17-30; I Coríntios 11:23-30; 10:16 e 17; João 6:48-63; Apocalipse 3:20; João 13:1-17 | 

17 | Dons e Ministérios Espirituais

Deus concede a todos os membros de Sua Igreja, em todas as épocas, dons espirituais que cada membro deve empregar em amoroso ministério para o bem comum da Igreja e da humanidade. Sendo outorgados pela atuação do Espírito Santo, o qual distribui a cada membro como Lhe apraz, os dons provêem todas as aptidões e ministérios de que a Igreja necessita para cumprir suas funções divinamente ordenadas. De acordo com as Escrituras, esses dons abrangem tais ministérios como a fé, a cura, profecia, proclamação, ensino, administração, reconciliação, compaixão, e serviço abnegado e caridade para ajuda e animação das pessoas. Alguns membros são chamados por Deus e dotados pelo Espírito para funções reconhecidas pela Igreja em ministérios pastorais, evangelísticos, apostólicos e de ensino especialmente necessários para habilitar os membros para o serviço, edificar a Igreja com vistas à maturidade espiritual e promover a unidade da fé e do conhecimento de Deus. Quando os membros utilizam esses dons espirituais como fiéis despenseiros da multiforme graça de Deus, a Igreja é protegida contra a influência demolidora de falsas doutrinas, tem um crescimento que provém de Deus e é edificada na fé e no amor. 
› Razões bíblicas: Romanos 12:4-8; I Coríntios 12:9-11, 27 e 28; Efésios 4:8 e 11-16; II Coríntios 5:14-21; Atos 6:1-7; I Timóteo 2:1-3; I Pedro 4:10 e 11; Colossenses 2:19; Mateus 25:31-36 |


18 | O Dom de Profecia
Um dos dons do Espírito Santo é a profecia. Este dom é uma característica da Igreja remanescente e foi manifestado no ministério de Ellen G. White. Como a mensageira do Senhor, seus escritos são uma contínua e autorizada fonte de verdade e proporcionam conforto, orientação, instrução e correção à Igreja. Eles também tornam claro que a Bíblia é a norma pela qual deve ser provado todo o ensino e experiência.
› Razões bíblicas: Joel 2:28 e 29; Atos 2:14-21; Hebreus 1:1-3; Apocalipse 12-17; 19:10 |


19 | A Lei de Deus
Os grandes princípios da lei de Deus são incorporados nos Dez Mandamentos e exemplificados na vida de Cristo. Expressam o amor, a vontade e os propósitos de Deus acerca da conduta e das relações humanas, e são obrigatórias a todas as pessoas, em todas as épocas. Estes preceitos constituem a base do concerto de Deus com Seu povo e a norma no julgamento de Deus. Por meio da atuação do Espírito Santo, eles apontam para o pecado e despertam o senso da necessidade de um Salvador. A Salvação é inteiramente pela graça, e não pelas obras, mas seu fruto é a obediência aos mandamentos. Essa obediência desenvolve o caráter cristão e resulta numa sensação de bem-estar. É uma evidência de nosso amor ao Senhor e de nossa solicitude por nossos semelhantes. A obediência da fé demonstra o poder de Cristo para transformar vidas, e fortalece, portanto, o testemunho cristão. 
› Razões bíblicas: Êxodo 20:1-17; Mateus 5:17; Deuteronômio 28:1-14; Salmos 19:7-13; João 14:15; Romanos 8:1-4; I S. João 5:3; Mateus 22:36-40; Efésios 2:8 |

20 | O Sábado
O bondoso Criador, após os seis dias da Criação, descansou no sétimo dia e instituiu o sábado para todas as pessoas, como memorial da Criação. O quarto mandamento da lei de Deus requer a observância deste sábado do sétimo dia como dia de descanso, adoração e ministério, em harmonia com o ensino e a prática de Jesus, o Senhor do sábado. O sábado é um dia de deleitosa comunhão com Deus e uns com os outros. É um símbolo de nossa redenção em Cristo, um sinal de nossa santificação, uma prova de nossa lealdade e um antegozo de nosso futuro eterno no reino de Deus. O sábado é um sinal perpétuo do eterno concerto de Deus com Seu povo. A prazerosa observância deste tempo sagrado duma tarde a outra tarde, do pôr-do-sol ao pôr-do-sol, é uma celebração dos atos criadores e redentores de Deus. 
› Razões bíblicas: Gênesis 2:1-3; Êxodo 20:8-11; 31:12-17; Lucas 4:16; Hebreus 4:1- 11; Deuteronômio 5:12-15; Isaías 56: 5 e 6; 58:13 e 14; Levítico 23:32; Marcos 2:27 e 28 |

21 | Mordomia
Somos despenseiros de Deus, responsáveis a Ele pelo uso apropriado do tempo e das oportunidades, posses, e das bênçãos da Terra e seus recursos, que Ele colocou sob o nosso cuidado. Reconhecemos o direito de propriedade da parte de Deus por meio do fiel serviço a Ele e a nossos semelhantes, e devolvendo os dízimos e dando ofertas para a proclamação de Seu evangelho e para a manutenção e o crescimento de Sua Igreja. A mordomia é um privilégio que Deus nos concede para o desenvolvimento no amor e para a vitória sobre o egoísmo e a cobiça. O mordomo se regozija nas bênçãos que advêm aos outros como resultado de sua fidelidade. 
› Razões bíblicas: Gênesis 1:26-28; 2:15; Ageu 1:3-11; Malaquias 3:8-12; Mateus 23:23; I Corintios 9:9-14 |


22 | Conduta Cristã
Somos chamados para ser um povo piedoso que pensa, sente e age de acordo com os princípios do Céu. Para que o Espírito recrie em nós o caráter de nosso Senhor, nós só nos envolvemos naquelas coisas que produziram em nossa vida pureza, saúde, e alegria semelhantes às de Cristo. Isto significa que nossas diversões e entretenimentos devem corresponder aos mais altos padrões de gosto e beleza cristãos. Embora reconheçamos diferenças culturais, nosso vestuário deve ser simples, modesto e de bom gosto, apropriado àqueles cuja verdadeira beleza não consiste no adorno exterior, mas no ornamento imperecível de um espírito manso e tranqüilo. Significa também que, sendo o nosso corpo o templo do Espírito Santo, devemos cuidar dele inteligentemente. Junto com adequado exercício e repouso, devemos adotar alimentação mais saudável possível e abster-nos dos alimentos imundos identificados nas Escrituras. Visto que as bebidas alcoólicas, o fumo e o uso irresponsável de medicamentos e narcóticos são prejudiciais a nosso corpo, também devemos abster-nos dessas coisas. Em vez disso, devemos empenhar-nos em tudo que submeta nossos pensamentos e nosso corpo à disciplina de Cristo, o qual deseja nossa integridade, alegria e bem-estar.
› Razões b íblicas: I João 2:6; Efésios 5:1-13; Romanos 12:1 e 2; I Coríntios 6:19 e 20; 10:31; I Timóteo 2:9 e 10; Levítico 11:1-47; II Coríntios 7:1; I Pedro 3:1-4; II Coríntios 10:5; Filipenses 4:8 | 


23 | Matrimônio e Família

O casamento foi divinamente estabelecido no Éden e confirmado por Jesus como união vitalícia entre um homem e uma mulher, em amoroso companheirismo. Para o cristão, o compromisso matrimonial é com Deus bem como com o cônjuge, e só deve ser assumido entre parceiros que partilham da mesma fé. Mútuo amor, honra, respeito e responsabilidade constituem a estrutura dessa relação, a qual deve refletir o amor, a santidade, a intimidade e a constância da relação entre Cristo e Sua Igreja. No tocante ao divórcio, Jesus ensinou que a pessoa que se divorcia do cônjuge, a não ser por causa de fornicação, e casar-se com outro, comete adultério. Conquanto algumas relações de família fiquem aquém do ideal, os consortes que se dedicam inteiramente um ao outro, em Cristo, podem alcançar amorosa unidade por meio da orientação do Espírito e a instrução da Igreja. Deus abençoa a família e tenciona que seus membros ajudem um ao outro a alcançar completa maturidade. Os pais devem educar os seus filhos a amar o Senhor e a obedecer-Lhe. Por seu exemplo e suas palavras, que Cristo é um disciplinador amoroso, sempre terno e solícito, desejando que eles se tornem membros de Seu corpo, a família de Deus. Crescente intimidade familiar é uma das características da mensagem final do evangelho.
› Razões b íblicas: Gênesis 2:18-25; Deuteronômio 6:5-9; João 2:1-11; Efésios 5:21-33; Mateus 5:31 e 32; 19:3-9; Provérbios 22:6; Efésios 6:1-4; Malaquias 4:5 e 6; Marcos 10:11 e 12; Lucas 16:18; I Coríntios 7:10 e 11 |


24 | O Ministério de Cristo no Santuário Celestial
Há um santuário no Céu, o verdadeiro tabernáculo que o Senhor erigiu, não o homem. Nele, Cristo ministra em nosso favor, tornando acessíveis aos crentes, os benefícios de Seu sacrifício expiatório, oferecido uma vez por todas na cruz. Ele foi empossado como nosso grande Sumo-sacerdote e começou Seu ministério intercessório por ocasião de Sua ascensão. Em 1844, no fim do período profético dos 2300 dias, Ele iniciou a segunda e última etapa de Seu ministério expiatório. É uma obra de juízo investigativo, a qual faz parte da eliminação final de todo o pecado, prefigurada pela purificação do antigo santuário hebraico no Dia da Expiação. Nesse serviço típico, o santuário era purificado com o sangue do sacrifício de animais vivos, mas as coisas celestiais são purificadas com o perfeito sacrifício do sangue de Jesus. O juízo investigativo revela aos seres celestiais quem dentre os mortos dorme em Cristo, sendo, portanto, nEle, considerado digno de ter parte na primeira ressurreição. Também torna manifesta quem, dentre os vivos permanece em Cristo, guardando os mandamentos e a fé de Jesus, estando, portanto, nEle preparado para a transladação ao Seu reino eterno. Esse julgamento vindica a justiça de Deus em salvar os que crêem em Jesus. Declara que os que permanecem leais a Deus receberão o reino. A terminação do ministério de Cristo assinalará o fim do tempo da graça para os seres humanos, antes do Segundo Advento. 
› Razões bíblicas: Hebreus 1:3; 8:1-5; 9:11-28; Daniel 7:9-27; 8:13 e 14; 9:24- 27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Malaquias 3:1; Levítico 16; Apocalipse 14:12; 20:12; 22:12 |


25 | A Segunda Vinda de Cristo
A segunda vinda de Cristo é a bendita esperança da Igreja, o grande ponto culminante do evangelho. A vinda do Salvador será literal, pessoal, visível e universal. Quando Ele voltar, os justos falecidos serão ressuscitados e, juntamente com os justos que estiverem vivos, serão glorificados e levados para o Céu, mas os ímpios irão morrer. O cumprimento quase completo da maioria dos aspectos da profecia, bem como a condição atual do mundo, indica que a vinda de Cristo é iminente. O tempo exato desse acontecimento não foi revelado, e somos portanto exortados a estar preparados em todo o tempo.
› Razões bíblicas: Tito 2:13; João 14:1-3; Atos 1:9- 11; I Tessalonicenses 4:16 e 17; I Coríntios 15:51-54; II Tessalonicenses 2:8; Mateus 24; Marcos 13; Lucas 21; II Timóteo 3:1- 5; Joel 3:9-16; Hebreus 9:28 |

26 | Morte e Ressurreição
O salário do pecado é a morte. Mas Deus, o único que é imortal, concederá vida eterna a Seus remidos. Até aquele dia, a morte é um estado inconsciente para todas as pessoas. Quando Cristo, que é a nossa vida, se manifestar, os justos ressuscitados e os justos vivos serão glorificados e arrebatados para o encontro de seu Senhor. A segunda ressurreição, a ressurreição dos ímpios ocorrerá 1000 anos mais tarde.
› Razões bíblicas: I Timoteo 6:15 e 16; Romanos 6;23; I Cor. 15:51-54; Eclesiastes 9:5 e 6; Salmos 146:4; I Tessalonicenses 4:13-17; Romanos 8:35-39; João 5:28 e 29; Apocalipse 20:1-10; João 5:24 |


27 | O Milênio e o Fim do Pecado
O milênio é o reinado de mil anos de Cristo de Seus santos, no Céu, entre a primeira e a segunda ressurreições. Durante esse tempo serão julgados os ímpios mortos. A Terra estará completamente desolada, sem habitantes humanos com vida, mas ocupada por Satanás e seus anjos. No fim desse período, Cristo com Seus santos e a Cidade Santa descerão do Céu à Terra. Os ímpios mortos serão então ressuscitados e, com Satanás e seus anjos, cercarão a cidade. Mas o fogo de Deus os consumirá e purificará a Terra. O universo ficará assim eternamente livre do pecado e dos pecadores. 
› Razões bíblicas: Apocalipse 20; Zacarias 14:1-4; Jeremias 4:23-26; I Coríntios 6; II Pedro 2:4; Ezequiel 28:18; II Tessalonicenses 1:7-9; Apocalipse 19:17, 18 e 21 | 


28 | A Nova Terra

Na Nova Terra, em que habita justiça, Deus proverá um lar eterno para os remidos e um ambiente perfeito para vida, amor, alegria e aprendizado eternos em Sua presença. Pois aqui, o próprio Deus habitará com o Seu povo, e o sofrimento e a morte terão passado. O grande conflito estará terminado e não mais existirá pecado. Todas as coisas, animadas e inanimadas, declaram que Deus é amor. E Ele reinará para todo o sempre. Amém. 
› Razões bíblicas: II Pedro 3:13; Gênesis 17:1-8; Isaías 35; 65:17-25; Mateus 5:5; Apocalipse 21:1-7; 22:1-5; 11:15 |